Mi Primera Dama

Meus, -a, -um: mi, mío, mía.
Primus, -a, -um: primero, primera.
Regina, -ae: dama.
Mea Prima Regina: Mi Primera Dama.

Al comienzo de todo año, la gente reparte felicidad, ilusión y alegría. Por ello, hoy vengo a hablaros de la chica que se llena la boca de esta última: de alegría. 


Ella es Mi Primera Dama.

La conocí hace un año y tantos meses por casualidades de la vida, en medio de una aburrida clase de Historia del Mundo Contemporáneo. Yo había llegado nuevo al instituto y no conocía a nadie excepto a Bú, que venía del mismo lugar que yo. Por entonces, yo todavía no había conocido a Peter Pan ni al Principito que vivía en mí, así que fui lo más tímido que conoceréis durante los primeros días.

Pero en esa clase de Historia, todo cambió cuando comencé a cultivar los valores que he ido sembrando desde que la conocí hasta el momento en el que creció el Principito.
Su pelo es castaño y revoltoso, y tiene un pequeño mechón rubio que lo hace especial, como si estuviera hecha para mí. Sus perlas marrones son un pozo de ilusiones y sueños que se van acumulando con el paso del tiempo, haciéndose más fuertes. Tiene un corazón tan grande como su sonrisa, y su sonrisa es tan grande como el universo: infinito. ¿Os lo podéis imaginar? 

Cuando escucho su voz 
puedo sentirme a gusto 
porque sé que está feliz. 

Pero cuando canta... es otra historia. Sí, Mi Primera Dama canta, y lo hace muy bien y por placer. Aunque le dé vergüenza hacerlo en público, su melodía hace bailar a la rosa de mi asteroide y a todos los Niños Perdidos de Nunca Jamás, incluso a los pieles rojas. Cada vez que deja caer alguna nota, mi interior se hace silencio para poder escucharla y apaga el fuego que haya con su voz.
Se preocupa por los demás hasta el punto de ceder un poquito de su felicidad a una persona que acaba de tropezarse con la crueldad del mundo, solo para que se sienta tan bien como ella. Es una de las cosas de las que estoy muy agradecido.
Me siento afortunado de haberla conocido. Es una de las mejores cosas (y personas) que tuvo el traslado de instituto.

Con el paso del tiempo, en aquel lugar desconocido, me dejó conocerla más y permitió que me riera con ella, que contase con su hombro para sanar mis penas y con sus manos para curar mis heridas de las guerras de las que no salí inmune. Fue y es una de las personas más brillantes que aparecieron en mi vida en ese momento, y ella está dentro de mi ejército de Ángeles Custodios que me protegen de este cruel mundo.

Pero ¿os cuento un secreto? Vaya, creo que ya son tantos los que os he contado que he perdido la cuenta. Al fin y al cabo, los secretos afianzan las relaciones. 
En realidad, son dos. ¿Queréis saberlos? De acuerdo, pero primero prometed que no se lo contaréis al mundo. Se enfadaría mucho conmigo si no, ya sabéis...

Primer secreto: 

Estamos enamorados.

Segundo secreto:

Es un amor imposible.

Nuestros corazones tienen colores distintos.
Pero el Principito persigue sus sueños y nunca renuncia a nada, ni si quiera a una pregunta sin contestar; de la misma manera, Peter Pan no cree en lo imposible porque piensa que son limitaciones de algo verdaderamente maravilloso. ¿No creéis?
Por eso, aunque nadie lo sepa, ella y yo nos casaremos en algún momento de nuestra vida, a espaldas de la gente y en secreto, sin que nadie se dé cuenta. De esa manera, cuando cumpla mi anhelado sueño, ella será Mi Primera Dama. De ahí su nombre. Aunque no me hace falta cumplir nada para que ya lo sea.

Como toda persona, ella reparte sentimientos, pero hay uno en particular que el Niño Perdido se encargó de embotellar: la alegría.

Mi Primera Dama reparte alegría cuando sonríe, 
cuando está feliz y te contagia, 
cuando te regala un te quiero seguido de un beso 
o cuando se ríe. 

Lo mejor de todo es que es un sentimiento muy dulce, con un poquito de azúcar (porque la alegría está llena de ilusión), de los que a mí me gustan. ¿Queréis saber a qué sabe? Bueno, lo supe en cuanto descubrí cuál es su color favorito: el naranja. Un naranja dulce, suave y azucarado que disfruto en cada momento. Ella me lo regaló, y desde ese día lo guardo como un tesoro:



No lo olvidaré nunca. Y sé que tampoco podré compensarte por todo lo bueno que haces ni encontraré nunca las palabras necesarias para agradecértelo una y otra vez. 

Por empaparme todos los días de alegría.
Por levantarme en cada caída.
Por secarme las lágrimas.
Por hacerme reír y ser feliz.
Por quererme.
Por curarme las heridas de bala con tus besos.

Gracias.

Te quiero, Primera Dama.


-Principito.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hablar con las estrellas

Will (never) be enough

Niña Pequeña