Nuestra banda sonora
Dejamos de creer cuando dejamos de soñar.
Una vez dije que tal vez los meses suenen como canciones y los días sean la banda sonora de nuestra vida. ¿Piensas que no es cierto? Bueno... te contaré una historia. Vaya, ya son tantas que se podrían escribir más relatos.
Espero que te guste.
Hubo un día en que decidí liberar a los pájaros enjaulados que vivían en mi cabeza. Aún me acuerdo de sus nombres. Imaginación, Ilusión, Sueño, Arte, Felicidad, Deseo, Amor, Alegría, Anhelo, Risueño... Y muchos más. Todos ellos eran hermosos y de majestuosas plumas. Entonces, echaron a volar y desaparecieron para siempre por mi mente. Desde entonces no han vuelto, porque ahora son libres.
A veces pían en algún rincón remoto, y yo escucho las historias que me cuentan.
Estoy en una sala oscura.
De repente, la luz aparece vagamente y descubro un piano de cola entre mis dedos. Tiene una tesitura de ocho octavas. Parece hecho para mí.
La luz me permite entrever que estoy sentado frente a él. Y no solo eso: me encuentro sin nadie a mi alrededor y sobre un amplio escenario con el telón cerrada. Al instante, un caluroso foco me alumbra y las cortinas se abren lentamente hacia los lados mientras una sala completamente vacía empieza a aplaudir. No hay nadie allí, pero los aplausos siguen escuchándose entre el público.
No sé qué hacer. Sigo sin saberlo.
Entonces, sin comprender cómo, pulsó una tecla blanca que suena a Mi en la sexta octava. Y las puertas de la sala se abren..., pero nadie entra por ellas: solo la luz del exterior. Un halo de luz blanca, casi cegador. Los aplausos cesan.
Creo que estoy en el Teatro Apollo Victoria de Londres. Pero... es diferente.
No sé qué hacer. Sigo sin saberlo.
Con la mano derecha y sobre la cuarta octava comienzo a tamborilear con los dedos. Teclas blancas, teclas negras, teclas negras, teclas blancas. Tonos y semitonos.
La, Do, Sol, Sol, Fa, Mi.
Alguien entra por la puerta. Ha respondido a las notas musicales, y ahora son suyas. Descubro que es una chica que ya conozco. Tiene grandes ideas y un corazón infinito.
Mi Primera Dama.
Aquellas seis notas ahora le pertenecen.
Recuerdo el día en que nos conocimos. Yo estaba perdido en un sitio desconocido, que no era mío, pero nos sentaron juntos en clase de Historia del Mundo Contemporáneo y de repente seguimos igual que ese día: juntos.
En una escala de Fa, toco otras notas: La, Mi, Do, Fa, Do, Fa. Ese soy yo, hablando con ella por primera vez.
Pienso en cómo sonarían juntas, y con la mano izquierda toco mis notas y con la derecha sigo las de Mi Primera Dama. Y la melodía que surge de juntarlas es armoniosa. Es nuestra primera conversación; tímida, pero llena de futuro a la vez.
No sé qué hacer. Sigo sin saberlo.
Vuelvo a tocar unas nuevas teclas para acompañar a la melodía anterior. Esta vez me atrevo a tocar alguna negra, que son semitonos, y compongo el momento en que conocí a La Belleza Imperfecta cuando lo veo entrar al Teatro.
Esta vez comienzo con la izquierda: Re, Sol, Mi, La, Mi, La. Le estoy esperando en la Plaza del Sol, nervioso por conocerle y constatar con mis propios ojos cuántas ganas tenía de conocerle. Y pensar que no habría persona más bella que él. Luego recordaré que estaba equivocado, pero en esas seis notas mi corazón solo late por saber más de él.
La Belleza Imperfecta canta sus propias notas: Re, Do, Mi, #Mi, Sol, La b.
Por separado suenan bien. Pero cuando las quise juntar, parecía que aquel momento se rompía.
Y es que nunca llegamos a sonar bien juntos, y cada uno debía tomar su propio camino si queríamos componer nuestra canción.
No sé qué hacer. Sigo sin saberlo.
Me encuentro tocando dos melodías a la vez. No sé cómo, pero parece real. Primero viene la melodía armoniosa de Mi Primera Dama, y luego sigue la canción con la vibrante y breve historia de La Belleza Imperfecta, donde se puede decir que comenzó todo.
Pienso la nota que pulsar ahora. La medito. Porque aquella marcaría un antes y un después.
Me decido a bajar a la tercera octava para componer una nueva parte de la canción, pero me tiembla el pulso sobre la nota que sería el comienzo de algo precioso y caótico.
Ya está hecho: un león manso con la melena peinada entra en la sala. Tiene aptitudes humanas y un mentón extrañamente familiar. No me cuesta reconocer al Chico de los Ojos de Café en él, que entra lentamente por el Teatro mientras pienso qué notas sonaron en el momento que besamos nuestras melodías al ritmo descontrolado de nuestros corazones.
Mi izquierda dice: La, Mi, Do, Fa, Do, Fa. Otra vez.
Mi derecha sigue con: Si b, Do, Sol, Mi b. Re, Do, #La, La, Sol, La.
Da miedo mezclarlas. Me aterra que suenen a la vez y el Teatro se derrumbe por la historia que se esconde tras cada nota, tras cada palabra..., tras cada uno de los besos que nos brindamos.
Los pájaros que liberé pían en su lugar el resultado de unirnos. Lo que sonaría de estar juntos... Y descubro que es realmente hermoso. Tan hermoso y tan vivo, tan romántico y tan puro, que figuras etéreas aparecen de la nada sentadas en las butacas, llorando por el final inesperado de la melodía, llorando por aquello que podía haber sido y no fue.
El león se atreve a subir al escenario, tan manso como entró. Recuerdo que el león es un animal valiente y bravo, así que no cuestiono de dónde ha sacado la osadía de interrumpir mi espacio, porque lo lleva en su propia naturaleza.
Me dispongo a acariciarlo. A besarlo. A abrazarlo. Pero cuando acerco mi mano izquierda, mientras estoy tocando con la otra, abre sus fauces y las cierra sobre ella.
Y escapa.
Y el público llora.
Y yo lloro.
Y derrumbado en el suelo.
Y el Teatro está en silencio. La sala, vacía de nuevo.
No sé qué hago. Sigo sin saberlo.
Estoy herido y no puedo seguir componiendo. El público se ha marchado y ya no quedan aplausos. Ni ganas.
Compruebo la herida y descubro que sujetaba mi corazón sobre la mano que el león ha mordido. Sangra como si fuera una botella de vino derramándose en cascada. Llora, como yo. Aquellos recuerdos se escapan, se olvidan, y eso es lo más doloroso de recordar.
No puedo seguir componiendo. No puedo seguir escribiendo mi historia, mi musical, mi canción. Porque la mano izquierda ha quedado herida de gravedad.
Tan solo suenan notas rotas, aquellas que vibran por el Teatro, residuos de la canción. Pero suenan mal, suenan graves, rotas, dan miedo. Es horrible. Una tragedia.
Cuando pienso que no cabe más tristeza en una canción, el piano comienza a sonar solo y destruye las notas que inspiran horror. Alguien lo está tocando por mí. Me giro y veo a Mi Primera Dama sentada donde yo solía estarlo, escuchando lo que me dice con su melodía.
De la segunda a la tercera octava:
Mi, Fa, Sol, Sol, Do, Fa.
Fa, Do, Fa, Do, Mi, La.
Cómo fue nuestro principio, pero al revés. Más bonito.
No sé qué hago. Sigo sin saberlo.
Pero ella se acerca a mí y cose las heridas de mi corazón con agujas de reloj.
Ya nadie sigue la canción. Nadie toca el piano. Pero notas aleatorias aletean por el Teatro componiendo mi vida, siguiendo mi propia canción, descubriendo personas nuevas que llegan para quedarse. Algunas tal vez para marcharse, pero siempre sin decir Adiós, porque nos volveremos a encontrar. No es una despedida. Ninguna lo son.
Y aunque ahora la melodía suene como una balada triste de trompeta, sé que evolucionará.
El piano habla a través de la música.
Sabemos tanto de Historia que el profesor no nos pregunta a nosotros.
Eres increíble.
Encantado de conocerte.
No quiero verte más.
Te quiero.
Silencio.
Eso que suena son cristales quebrados.
Te quiero. Una historia que ahora arde y otra que nunca quise contarte.
El tiempo pasa.
El león ha mordido.
No soy capaz.
Pero te echo de menos.
Finale...
El piano ha desaparecido.
El Teatro está lleno de cada nota musical; aforo completo. ¿Esperan verme actuar?
Porque sé qué papel interpretar.
Un chico con grandes sueños.
Roto por dentro.
Con una colección de máscaras.
El telón se cierra.
El espectáculo ha terminado.
Se acabó la función.
-Principito.
No tengo ni idea de como he llegado aquí, pero no me importa. Estoy llorando. Me parece una forma preciosa de contar una historia, gracias por escribirla. No se como he llegado aquí, pero creo que me voy a quedar.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras 😊 me alegra mucho que te haya gustado y que vayas a quedarte. Espero verte más a menudo y que sigan encantandote mis relatos 💕
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